En las últimas décadas, la introducción masiva de la tecnología en nuestra vida cotidiana ha llevado a cambios notables, no solo en nuestro estilo de vida, sino también en el equilibrio energético del propio Universo. Estudios recientes destacan cómo el aumento de las fuentes electromagnéticas, derivado sobre todo de la introducción de la electricidad en el siglo XX, está teniendo un impacto significativo en el bienestar de los seres vivos.

El Universo, según las teorías más acreditadas, está compuesto en un 96% por energía y solo en un 4% por materia. Este equilibrio es el resultado de un proceso de transformación de la energía en materia, siguiendo un orden vibracional preciso. Tal proceso dio origen a la vida en la Tierra, comenzando por las plantas. Sin embargo, el desarrollo tecnológico ha introducido nuevos factores que están alterando este delicado equilibrio. La introducción de la electricidad y, posteriormente, la explosión de dispositivos electrónicos, han creado una presencia cada vez más invasiva de campos electromagnéticos. Este continuo "ruido de fondo" electromagnético interfiere con la comunicación celular en los organismos vivos, causando alteraciones en los procesos vitales y regenerativos.

Muchos estudios confirman que la exposición constante a estos campos electromagnéticos puede tener consecuencias negativas en el cuerpo humano. Entre las posibles repercusiones, se destacan un aumento del riesgo de nuevas enfermedades, una reducción de la resistencia física y mental, y un compromiso de la capacidad para manejar el estrés y descansar adecuadamente. Esto ocurre porque los campos electromagnéticos, aunque útiles para el desarrollo tecnológico, son extremadamente nocivos y no cesan ni siquiera durante el sueño, causando varios problemas a nuestro organismo.

El debate sobre los efectos de la tecnología moderna en la salud humana es más actual que nunca. Mientras los avances tecnológicos continúan mejorando nuestra vida en muchos aspectos, es esencial considerar y mitigar los efectos negativos que pueden derivarse de la exposición a los campos electromagnéticos. La investigación en este ámbito está en continua evolución, y sigue siendo crucial para garantizar que nuestro bienestar físico y mental esté protegido incluso en un mundo cada vez más tecnológico.

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