La respiración es un mecanismo involuntario que repetimos unas 12 veces por minuto, ¡un total de 20.000 veces al día! En un día, inhalamos aproximadamente 11.500 litros de aire que contiene un 21% de oxígeno, un 78% de nitrógeno y un 1% de argón. Cuando exhalamos, en cambio, hay mucha agua, hasta 17,5 mililitros por hora en reposo y 70 mililitros cuando realizamos algún esfuerzo. También se ha observado una diferencia en la respiración entre hombres y mujeres durante la actividad física. Parece que el menor tamaño de las vías respiratorias en las mujeres aumenta el trabajo de los músculos relacionados con el sistema respiratorio, lo que dificulta la respiración cuando realiza algún esfuerzo.

La respiración puede hacerse por la boca o por la nariz, pero los expertos recomiendan que se prefiera esta última, ya que permite al organismo defenderse más fácilmente de la posible entrada de agentes externos. La nariz actúa como un filtro, impidiendo que las partículas más grandes de contaminantes lleguen a los pulmones. Además, el aire inhalado por la nariz no sólo se filtra, sino que también está más caliente y húmedo cuando llega a los pulmones. A continuación, los pulmones se encargan de transportar el oxígeno a la sangre y de limpiarla de dióxido de carbono, para hacer llegar la sangre al corazón lista para ser enviada a los tejidos y órganos.

Lo que hemos descrito hasta ahora es, como escribimos al principio, un mecanismo inconsciente, pero es posible modularlo en beneficio de nuestra salud física y mental mediante el uso de prácticas como el yoga y la adquisición de nuevos hábitos. La respiración lenta puede incluso afectar a nuestro apetito, reduciéndolo, y puede mejorar significativamente la calidad de nuestro sueño. También se ha demostrado que la respiración profunda induce a la calma y a la relajación que perdura en el tiempo. Es fácil ver cómo nuestra respiración puede cambiar si estamos agitados, estresados, tranquilos y relajados. A medida que aumenta la ansiedad, nuestra respiración se acorta y se alarga a medida que nos calmamos. Por eso es fundamental practicar la respiración profunda, ya que si se controla, se puede practicar para reducir de forma autónoma las condiciones de ansiedad y estrés a las que estamos sometidos.

La respiración también puede tener un gran impacto en nuestra energía, ya que se sabe que realizar ciertos ejercicios durante los cuales controlamos nuestra inhalación, exhalación y hacemos pequeñas pausas para respirar, puede contribuir significativamente a aumentar la energía y, por tanto, a afrontar el día con más energía.

Nos damos cuenta de lo importante que es tener vitalidad y energía precisamente cuando carecemos de ella. Además de la respiración correcta de la que acabamos de hablar, existen diversas prácticas que contribuyen a nuestro bienestar energético, desde una alimentación adecuada hasta la actividad física. Si esta última se practica al aire libre, nos permite estar en contacto con la Energía Ambiental Natural y percibir las frecuencias vibratorias y luminosas de la naturaleza. Hoy podemos encontrar todo esto en cualquier momento, incluso en interiores, gracias a magma13, una tecnología inteligente capaz de convertir el entorno en el que vivimos en una fuente natural de energía.

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